Comentario
Cómo Narváez con todo su ejército se vino a un pueblo que se dice Cempoal, e concierto que en el hizo, e lo que nosotros hicimos estando en la ciudad de México, e cómo acordamos de ir sobre Narváez
Pues como Narváez hubo preso al oidor de la audiencia¡ real de Santo Domingo, luego se vino con todo su fardaje e pertrechos de guerra a asentar su real en un pueblo que se dice Cempoal, que en aquella sazón era muy poblado; e la primera cosa que hizo, tomó por fuerza al cacique gordo (que así le llamábamos) todas las mantas e ropa labrada e joyas de oro, e también le tomó las indias que nos habían dado los caciques de aquel pueblo, que se las dejamos en casa de sus padres e hermanos, porque eran hijas de señores, e para ir a la guerra, muy delicadas. Y el cacique gordo dijo muchas veces al Narváez que no le tomase cosa ninguna de las que Cortés dejó en su poder, así el oro como mantas e indias, porque estaría muy enojado, y le vendría a matar de México, así al Narváez como al mismo cacique porque se las dejaba tomar. E más, se le quejó el mismo cacique de los robos que le hacían sus soldados en aquel pueblo, e le dijo que cuando estaba allí Malinche, que así llamaban a Cortés, con sus gentes, que no les tomaban cosa ninguna, e que era muy bueno él e sus soldados los teules, porque teules nos llamaban; e como aquellas palabras le oía el Narváez, hacía burla de él, e un Salvatierra que venía por veedor, otras veces por mí nombrado, que era el que más bravezas e fieros hacía, dijo a Narváez e otros capitanes sus amigos: "¿No habeis visto qué miedo que tienen todos estos caciques desta nonada de Cortesillo?" Tengan atención los curiosos lectores cuán bueno fuera no decir mal de lo bueno; porque juro amén que cuando dimos sobre el Narváez, uno de los más cobardes e para menos fue el Salvatierra, como adelante diré; e no porque no tenía buen cuerpo e membrudo, mas era mal engalibado, más no de lengua, y decían que era natural de tierra de Burgos. Dejemos de hablar del Salvatierra, e diré cómo el Narváez envió a requerir a nuestro capitán e a todos nosotros con unas provisiones, que decían que eran traslados de los originales, que traía para ser capitán por el Diego Velázquez; las cuales enviaba para que nos las notificase un escribano, que se decía Alonso de Mata, el cual después, el tiempo andando, fue vecino de la Puebla, que era ballestero; y enviaba con el Mata a otras tres personas de calidad. E dejarlo he aquí, así al Narváez como a su escribano, e volveré a Cortés, que como cada día tenía cartas e avisos, así de los del real de Narváez como del capitán Gonzalo de Sandoval, que quedaba en la Villa-Rica, e le hizo saber que tenía consigo cinco soldados, personas muy principales e amigos del licenciado Lucas Vázquez de Aillón, que es el que envió preso Narváez a Castilla o a la isla de Cuba; e la causa que daban por que se vinieron del real de Narváez fue, que pues el Narváez no tuvo respeto a un oidor del rey, que menos se lo tendría a ellos, que eran sus deudos; de los cuales soldados supo el Sandoval muy por entero todo lo que pasaba en el real de Narváez e la voluntad que tenía, porque decía que muy de hecho había de venir en nuestra busca a México para nos prender. Pasemos adelante, y diré que Cortés tomó luego consejo con nuestros capitanes e todos nosotros los que sabía que le habíamos de ser muy servidores, e solía llamar a consejo para en casos de calidad, como éstos; e por todos fue acordado que brevemente, sin más aguardar las cartas ni otras razones, fuésemos sobre el Narváez, e que Pedro de Alvarado quedase en México en guarda del Montezuma con todos los soldados que no tuviesen buena disposición para ir aquella jornada; e también para que quedasen allí las personas sospechosas que sentíamos que serían amigos del Diego Velázquez e de Narváez; y en aquella sazón, e antes que el Narváez viniese, había enviado Cortés a Tlascala por mucho maíz, porque había mala sementera en tierra de México por falta de aguas; porque teníamos muchos naborías e amigos del mismo Tlascala, habíamoslo menester para ellos; e trajeron el maíz que he dicho, e muchas gallinas e otros bastimentos, los cuales enviamos al Pedro de Alvarado, e aun le hicimos unas defensas a manera de mamparos e fortaleza con sacre o falconete, e cuatro tiros gruesos e toda la pólvora que teníamos, e diez ballesteros e catorce escopeteros e siete caballos, puesto que sabíamos que los caballos no se podrían aprovechar dellos en el patio donde estaban los aposentos; e quedaron por todos los soldados contados, de a caballo y escopeteros e ballesteros, ochenta e tres. Y como el gran Montezuma vio y entendió que queríamos ir sobre el Narváez ' e como Cortés le iba a ver cada día e a tenerle palacio, jamás quiso decir ni dar a entender cómo el Montezuma ayudaba al Narváez e le enviaba oro e mantas e bastimentos. Y de una plática en otra, te preguntó el Montezuma a Cortés que dónde quería ir, e para qué había hecho ahora de nuevo aquellos pertrechos e fortaleza, e que cómo andábamos todos rebotados; e lo que Cortés le respondió y en qué se resumió la plática diré adelante.